Ayudas para la instalación de Ascensores en Madrid, cuáles hay y cómo solicitarlas
22 agosto, 2023Rehabilitación de vivienda: ¿Quién puede acceder a los fondos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia?
28 diciembre, 2023El Gobierno de la Unión Europea de Ursula von der Leyen ha marcado la sostenibilidad y la protección del medio ambiente como una de sus prioridades. Esto es aplicable a todos los ámbitos, desde ligar la concesión de los presupuestos Next Generation EU a las energías renovables o a planes locales, como la digitalización de los servicios de pymes para ahorrar en papel.
Esto, por supuesto, también se extiende a la vivienda. Se estima que la construcción de una casa nueva supone entre 15 y 100 toneladas de CO2 –el cemento y el acero son dos materiales con altas emisiones–, sin embargo, el gasto energético que requiere una casa para calentarse, enfriarse y consumir electricidad es mucho más relevante que los gases de efecto invernadero que supuso edificarla.
Según cifras de la Comisión Europea, un 40% de las emisiones de CO2 provienen de la vivienda. Además, la gran mayoría de las casas del Viejo Continente se construyeron antes de que existiera la normativa comunitaria del ahorro energético, por lo que se fomenta una renovación de las casas existentes.
En España, esto nos afecta de varias maneras. Posiblemente la más conocida es el Plan Renove de calderas, que busca la sustitución de sistemas antiguos por otros menos contaminantes. Sin embargo, prácticamente todos los ámbitos que sirvan para reducir el consumo y las emisiones del sector inmobiliario pueden ser objeto de subvenciones que nacen del nivel estatal, como parte del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), pero son ejecutadas por las Comunidades Autónomas.
Es el caso de la eficiencia energética de un edificio en su totalidad. Como un electrodoméstico, una vivienda puede tener una puntuación de la A hasta la G –de más a menos eficiente–, y según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), más de un 80% de las viviendas españolas tienen una calificación E, F o G. Es decir: ineficientes.
En el caso de la Comunidad de Madrid, la convocatoria actual para la rehabilitación energética de los edificios, cuyo plazo de solicitudes cierra el 30 de septiembre de 2023, cuenta con un presupuesto total de 108 millones de euros. Estos se dividirán en las actuaciones del propio edificio (94 millones), a nivel vivienda (8 millones) o la redacción de proyectos de rehabilitación (6 millones).
Para obtener las subvenciones es necesario que se consiga un ahorro de al menos un 30% del consumo de energía primaria no renovable. Por otra parte, también se debe reducir la demanda de energía anual de climatización, de un 35% en las zonas climáticas D y E, y de un 25% en la zona C.
Las cuantías máximas de las ayudas en Madrid se mueven entre los 6.300 y 18.800 euros por vivienda, en función de los umbrales de ahorro que se hayan logrado con la rehabilitación, siendo el máximo una subvención del 80% del coste por lograr un ahorro energético del 60%.
El papel de la fachada en el ahorro energético
La fachada de un edificio supone la última línea de contacto con el exterior y es uno de los elementos determinantes en su eficiencia energética. Esta recubre el aislamiento de la vivienda y alberga “puntos de escape”, como puertas y ventanas, por los que se produce más intercambio de energía y sobre los que hay que prestar especial atención para mantener la eficiencia.
Ahora que la sostenibilidad y la eficiencia están en el punto de mira, no solo por las subvenciones a las que nos permiten acceder, sino porque, a la larga suponen un ahorro considerable en la factura de la luz. El principal problema es que los materiales y técnicas innovadores son más caros que otras opciones más tradicionales del mercado, por lo que suponen un desembolso inicial mayor.
Para mejorar la eficiencia energética de un edificio a través de la fachada existen dos técnicas modernas: la fachada ventilada y los Sistemas de Aislamiento Térmico por el Exterior (SATE). La primera de ellas consiste en anclar una estructura metálica que soporte una capa de aislamiento adicional que se recubre con una cámara de aire y las piezas de acabado final, que son de diversos materiales.
Al ser láminas independientes, esto les permite evitar problemas de dilatación o movimiento, por lo que perduran estéticamente mucho más tiempo que una fachada tradicional. Además, al contar con espacio en su interior, son útiles para desalojar el aire caliente e introducir aire frío a través del efecto chimenea. Su coste varía pero puede suponer en torno a los 115 euros por m2, con unos ahorros medios de calefacción del 45% y de refrigeración del 40%. Así como un aumento de la insonorización del 35%.
En el caso de los SATE, las planchas de aislamiento térmico están adheridas al muro y son típicas las planchas de poliestireno expandido, pero la lana mineral es cada vez más frecuente. Este material es protegido por varias capas y se termina con un revestimiento exterior, que suele ser mortero acrílico, impermeable pero que permite expulsar el vapor de agua.
Los SATE son considerablemente más baratos que las fachadas laminadas, con ahorros estimados de refrigeración del 30% y de calefacción del 40% y una mejora del 27% en la reducción de ruidos exteriores. Su coste está en torno a los 70 euros por m2.